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Niñez, violencia y la pandemia del desamparo

El miércoles se presentó en ATE Rosario el libro del trabajador de la Dirección Provincial de Niñez, psicólogo y compañero del sindicato, Luciano Rodríguez Costa, "La violencia en las márgenes del Psicoanálisis". Se trató de un panel con intercambios posteriores en dinámica de ronda, sobre este material que abre paso a la reflexión acerca de la labor, las políticas de Estado hacia las infancias y adolescencias y un rearmado de la historia de prácticas como trabajadores y trabajadoras. Compartimos entrevista con el autor.



Junto al candidato a Secretario General de la Junta Interna por la Lista Verde-Roja de la Dirección, Emiliano Calcagno y Natalí Benardinelli, candidata a Secretaria de Formación de la misma, Rodríguez Costa expuso ante la audiencia del Salón Héctor Quagliaro los lineamientos del escrito. El autor es además magíster en Psicopatología y Salud Mental y docente de la Universidad Nacional de Rosario.

Como toda buena obra, "La violencia en las márgenes del Psicoanálisis" surgió de una pregunta alumbrada seis años atrás. En este caso surgida a su vez de la propia práctica en el lugar de trabajo: ¿qué hacer con la violencia en una institución que trabaja con la violencia? Desde ese puntapié se desarrolla este material que resulta en un “espejo de lo que atravesamos los trabajadores  y trabajadoras”, contaron los presentes.

Con el efecto de la interpelación y la identificación en los relatos plasmados en esta síntesis de la práctica dentro de la Dirección Provincial de Niñez, el desarrollo del libro avanza no sólo sobre qué se va y qué se queda con cada nueva gestión provincial y municipal de cara a las infancias vulneradas. También apunta a la capacidad creativa del trabajador como herramienta emancipadora de las problemáticas de la precarización mismas y la falta de unificación de políticas públicas, y a la vez creadora de nuevas posibilidades.

Voz de autor, visión de trabajador

- ¿Qué ejes abordás en el libro?

A veces aborda y otras veces bordea problemáticas de difícil metabolización, como es la violencia. Partimos de una interrogación por el lugar social de esta categoría y vamos yendo progresivamente hacia las prácticas con juventudes que he tenido. Los temas tienen que ver con las formas de la indiferencia indolente, el fetichismo de la violencia, el abordaje de los traumas y las desmentidas del sufrimiento, el desamparo psíquico y social, así como también la problemática de los robos y las actuaciones, que tanto nos conmocionan en las instituciones cuando aparecen de modos disruptivos.

- ¿Qué te motivó a realizarlo?

Está dedicado a los jóvenes precisamente porque ellos lo motivaron y fueron quienes me enseñaron a su manera. En cierto modo es una forma de deconstrucción la que operaron sobre mí. La motivación provino de atravesar junto a ellos vivencias sumamente descarnadas al interior del Centro de Día donde estuve durante seis años. Vivenciar el impacto sobre el propio cuerpo y sobre el equipo, que produce trabajar con el desamparo, es sin dudas el motor. Esto condujo a una pregunta que formulé en 2015: “¿qué hacer con la violencia en una institución que trabaja con la violencia?”. Simbolizar es necesario para entender, para saber cómo acompañar y para mantenerse sano como trabajador. Para mí, escribir es una forma de dar respuesta a aquella pregunta.

- ¿Por qué hablas de la violencia en los márgenes del psicoanálisis?

Juego con esta idea de que la violencia sería una cosa que pasa en los márgenes de la ¿’civilidad’?, de la ¿’ciudad’? La idea de que la violencia sucede en los márgenes es ya la puesta en acto de un ejercicio de la violencia: la violencia es atribuida al más violentado. La violencia tiene muchas definiciones pero tiene sobre todo encuentro una operatoria específica en la modernidad tardía occidental: oscilar entre la más absoluta indiferencia indolente hacia sectores sociales completos (mujeres, niños, jóvenes, ancianos, descendientes de pueblos originarios, villas, asentamientos, etc.) y el fetichismo de la violencia, esa fascinación mórbida ante el último eslabón de una cadena de violencias invisibilizadas y silenciadas.

- ¿Ves cierta dosis de hipocresía sobre la visión social de la violencia?

Nos horrorizamos cuando una persona responde a la violencia mediante un acto como hacer una pintada en la catedral o salir a robar, pero no nos preguntamos qué cadenas de violencias sufridas y silenciadas lleva a buscar un modo de denunciar un sufrimiento en las paredes de las instituciones que volvieron indolentes, ni nos preguntamos qué cosas se les ha venido robando a quienes finalmente salen a tomar por la fuerza lo que la historia les arrebató.  La violencia está en los márgenes pero de nuestras formulaciones y, sobre todo, de nuestras subjetivaciones. De modo que somos violentos más frecuentemente de lo que estamos dispuestos a reconocer.

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- ¿Cuáles crees que son las mayores carencias y cuestiones a resolver de cara a las niñeces y adolescencias?

En lo que hace a nuestra labor cotidiana, la escucha y el acompañamiento de niñeces, juventudes y -agrego- familias, sigue siendo una tarea compleja. No es fácil, no depende de la buena voluntad ni tampoco es algo dado sólo por trabajar en el ámbito. Muchas veces nos volvemos indolentes, la práctica nos avasalla y terminamos actuando impulsivamente por no poder pensar. A mayor grado de vulneración mayor es la dificultad del acompañamiento. No es casual que muchas veces las instituciones destinadas a ello terminen reproduciendo lo que las mismas personas abordadas ya sufrieron en su vida.

Desde luego, en lo que hace al lugar social que tenemos como trabajadores y que tienen las niñeces, juventudes y familias con las que trabajamos, tenemos que decir que sin justicia social no hay inclusión ni salud posibles.

- El Estado ¿cómo despliega políticas hoy en día, abona a la resolución de esos problemas?

Nuestra provincia tiene importantes recursos simbólicos, experienciales e histórico-políticos como para promover la salud y la inclusión. Pero pareciera que cuanto más violentada es la población con la que se trabaja, más se violenta al propio sector del Estado que lo aborda y a sus trabajadores. Lo que se viene evidenciando es un retroceso de la oferta pública justo cuando esperábamos una ampliación. La pandemia del covid parece tener un horizonte donde termina, pero la pandemia del desamparo no.

- ¿Cómo seguir cada día sin desanimarse con ese panorama?

La violencia genera arrasamiento, empobrecimiento y a veces, violencia. La violencia está en los márgenes de nuestras subjetivaciones y de nuestras teorías, pero los márgenes, como ha dicho un amigo, Jaime Fernández Miranda, son un lugar privilegiado para pensar y producir. Con esta idea es que se concibió la tapa del libro, una hermosa acuarela de Jorge Molina que nos ofrece colores, una mirada desafiante y unos libros partidos al medio de los cuales esperamos emerjan nuevos vuelos.

Equipo de Comunicación ATE Rosario