
De las profundidades del mar argentino al ajuste en tierra firme: la ciencia y la educación públicas resisten
Las políticas de ajuste impulsadas por el gobierno nacional están desmantelando el sistema científico argentino y expulsando a toda una generación de investigadores e investigadoras. El otorgamiento de facultades extraordinarias al presidente no hizo más que profundizar el deterioro de nuestras principales instituciones científicas y tecnológicas, entre ellas el CONICET, la Agencia I+D+i, el INTI, el INTA, la ANMAT, el INA, el INMET y el INASE.
El viernes 29 de agosto, tras un año y medio de espera desde el cierre de la convocatoria 2023 para ingresar a la Carrera del Investigador/a Científico/a (CIC23), el Directorio del CONICET finalmente publicó los resultados. Acorde a los trascendidos, las listas publicadas incluyen solo 400 ingresos de los 845 previstos, lo que representa un recorte del 53%. Este brutal ajuste no solo deja afuera a cientos de profesionales altamente formados —que ven desvanecerse años de trabajo, esfuerzo y compromiso—, sino que también debilita seriamente la capacidad operativa de los equipos de investigación y dilapida décadas de inversión pública en conocimiento estratégico. Los resultados de la CIC23 constituyen, sin dudas, un nuevo golpe a la ciencia pública argentina.
Como venimos denunciando desde la asunción del actual gobierno, se está vaciando deliberadamente a la ciencia argentina, desconociendo las bases de la convocatoria que anunciaba el ingreso de 845. A esto se suma la situación crítica de los 850 investigadores e investigadoras seleccionadas en la convocatoria 2022, que aún siguen esperando su alta, y la alarmante ausencia de una convocatoria para el año 2024.
Además, es importante señalar que decenas de compañeros y compañeras se ven obligadas a renunciar a CONICET ante los salarios de miseria, el recorte en las carreras y la interrupción de las fuentes de financiamiento. A esto se suman las bajas provocadas por la reducción en las convocatorias a becas, los despidos y las jubilaciones. Según la respuesta a un pedido de acceso a la información pública realizado por la seccional Capital de ATE-CONICET, entre diciembre de 2023 y marzo de 2025 el organismo perdió más de 1.500 puestos de trabajo, lo que equivale al 11% de su planta total. Para agosto de este año, esa cifra asciende ya a 1.700 trabajadores menos. En este contexto, los 400 ingresos anunciados en la CIC 2023 no solo representan un recorte respecto de los 845 originalmente previstos, sino que ni siquiera alcanzan para compensar las bajas sufridas durante estos meses.
Esta situación se agrava aún más con la parálisis total de la Agencia Nacional de Promoción Científica, la suspensión de la mayoría de los programas dependientes de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, y la discontinuación de proyectos pertenecientes a las "Redes Federales de Alto Impacto", particularmente en el área de Ciencias Sociales. Por otro lado, la última convocatoria a becas doctorales y posdoctorales modificó de forma drástica su esquema de distribución. Mientras anteriormente las becas se asignaban en cuatro grandes áreas del conocimiento, ahora el 70% se adjudicará exclusivamente a planes de trabajo que se alineen con un listado de “Temas Priorizados”, definidos según criterios vinculados a sectores económicos estratégicos y áreas impulsadas por el propio CONICET. En este nuevo esquema, se suprimieron las becas destinadas a las ciencias básicas y a las ciencias sociales y humanas. Esta misma lógica de exclusión se replicó en los resultados de la CIC23, donde se registró una baja significativa en los ingresos para el área de Ciencias Sociales y Humanas. El recorte no es solo presupuestario: también es ideológico.
Por eso, seguimos sosteniendo que en CONICET no sobra nadie y vamos a seguir luchando por defender los puestos de trabajo y nuestra capacidad, derecho y necesidad de producir ciencia soberana desde el Estado y al servicio del pueblo argentino. Seguimos exigiendo la asignación completa de los 845 cupos previstos en la convocatoria CIC23, prórrogas y becas extraordinarias para las y los ingresantes y seleccionados, la pronta apertura de la convocatoria 2024, la inmediata efectivización de las altas pendientes en CIC y CPA, y una recomposición salarial urgente.
A esto se suma la situación de las y los docentes universitarios, al que pertenecemos la mayoría de los integrantes del CONICET. Según datos de COAD, el período 2015-2025 ha sido la “década perdida” para el salario docente, con una caída sostenida y constante en su poder adquisitivo. Desde la llegada del gobierno de Milei, el salario docente representa apenas la mitad de lo que se cobraba en octubre de 2015. Además, el reciente aumento unilateral del 7,5%, fraccionado en cuotas entre junio y noviembre de este año, profundiza aún más la degradación salarial. El trabajo docente es un pilar fundamental para sostener la universidad pública y gratuita. Degradar sus condiciones de trabajo y salario al extremo, como está haciendo este gobierno, es un ataque directo no solo a quienes enseñamos, sino también a la propia existencia y calidad de la universidad pública argentina.
En este contexto, es importante destacar que el Congreso de la Nación aprobó la Ley de Financiamiento de la Educación Universitaria, una medida que podría aliviar la crítica situación que atraviesan nuestras universidades. Sin embargo, esta ley sería vetada por el presidente de la Nación. Próximamente también se discutirá la Ley de Emergencia del Sistema Científico y Tecnológico Nacional, que buscaría frenar este ajuste brutal. Pero ya hemos visto que no basta con las decisiones en el Congreso; por eso, será imprescindible salir a las calles para defender y promover estas iniciativas legislativas, asegurando que se traduzcan en políticas concretas para nuestra ciencia y educación pública.
Mientras el gobierno implementa este feroz ajuste, entre finales de julio y agosto se transmitió en vivo y en directo por YouTube y Twitch una histórica expedición científica realizada por investigadores del CONICET junto al Schmidt Ocean Institute (SOI) en el fondo del mar argentino. La misión, a bordo del buque R/V Falkor, se extendió durante 21 días y alcanzó casi 18 millones de visualizaciones. Este hito científico y tecnológico permitió el descubrimiento de 40 nuevas especies marinas y una sorprendente diversidad de corales de aguas frías en el cañón submarino frente a Mar del Plata, a casi 4.000 metros de profundidad. Pero más allá de los logros científicos, fue también un acontecimiento social: grandes, adolescentes, niños y niñas seguimos con entusiasmo esta experiencia, despertando en la sociedad argentina un interés genuino por el proceso de construcción y descubrimiento del conocimiento científico.
Aunque esta experiencia ya se había realizado en otros países, nunca había generado el nivel de expectativas que despertó aquí en Argentina. Como señaló hace unos días Daniel Lauretta, biólogo e investigador adjunto del CONICET y jefe de la expedición: “Habíamos averiguado cuál era el récord que tenían las filmaciones del Falko en YouTube en vivo en un momento. Y el récord que tenían era de aproximadamente ochocientas y algo de personas. Dijimos, bueno, podemos tener más de ochocientos amigos y familiares conectados al mismo tiempo, ese era el plan. Nuestro objetivo era llegar a mil personas conectadas. Eso hubiera sido un éxito absoluto para nosotros. Y les podemos decir a la gente de SOI, bueno, tenemos el récord. A medida que fueron pasando los días, el número máximo de personas en simultáneo conectados fueron más de noventa y dos mil personas. Los videos que quedan luego, todos estos videos están disponibles en YouTube, para que la gente los pueda seguir viendo y cualquier persona que tenga interés. En promedio, los videos de todas las campañas anteriores tienen cuatro mil visualizaciones. El promedio nuestro son medio millón. Y la totalidad de las visualizaciones de los videos de nuestra campaña son más de diecisiete millones de veces. Entonces, esto saltó de escala incluso para las expectativas del Schmidt Ocean Institute”.
La pregunta es ¿por qué las y los argentinos respondimos de esta manera ante un hecho científico? Tal vez la respuesta esté en una sociedad que, aunque resignada a ser embestida por políticas de ajuste que la alejan del conocimiento, sigue apoyando fervientemente las luchas de CONICET, las universidades públicas y todos los trabajadores estatales que día a día trabajamos para garantizar derechos y satisfacer necesidades.
La expedición del Falkor nos recordó que la ciencia no es un privilegio ni un lujo, sino una construcción colectiva, pública y profundamente vinculada al deseo de saber, de cuidar, de imaginar un país mejor. No se trata solo de laboratorios y publicaciones, sino de un pueblo que se emociona viendo en vivo los misterios de su propio mar.
Por eso, desde CONICET, desde las Universidades, desde cada rincón donde se produce conocimiento, volvemos a decir: no nos vamos a resignar. Vamos a defender cada puesto de trabajo, cada beca, cada espacio de producción de ciencia y tecnología soberana, porque son conquistas del pueblo argentino.
La ciencia pública no se achica ni se rinde. Se defiende. Y en CONICET, no sobra nadie.
*Por Marianela Scocco, delegada de la Junta Interna de ATE-CONICET Rosario