ATE Rosario - Asociación de Trabajadores del Estado Rosario
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Ángel Porcu: lucha, conciencia y organización desde la clase trabajadora

Un 2 de junio de 2004, hace 18 años, nos dejaba Ángel Porcu. Trabajador asistente escolar, referente político y militante de ATE Rosario, emblema de sindicalismo combativo. En su vida protagonizaría representativas luchas de resistencia a la dictadura genocida y a los sucesivos gobiernos que entregaron el patrimonio nacional. Lo homenajeamos desde el gremio al que engrandeció con su lucha.



En 1962 comenzó su vida laboral como metalúrgico, en la planta de Acindar de la ciudad de Villa Constitución. Los años siguientes constituyeron un período álgido de lucha y desarrollo, donde los trabajadores llegarían a recuperar importantes sectores de la estructura sindical. Sería la época de figuras emblemáticas como Alberto Piccinini -en la misma ciudad de Villa Constitución-, de Agustín Tosco y Atilio López, Raymundo Ongaro, entre tantos otros y otras.

Se trataba de una generación de dirigentes sindicales de gran formación que planteaban un sindicalismo para los trabajadores por fuera de las esferas burocráticas y el control estatal y un proyecto de país –con sus matice ideológicos- al servicio de las mayorías.

Ángel fue protagonista del Villazo de marzo de 1974, desde la histórica lista Marrón de trabajadores de Acindar que nucleó a trabajadores de diferentes sectores políticos, militantes e independientes. Era simpatizante del Partido Revolucionario de los Trabajadores. “Estábamos enfrentados a los sectores tradicionales del sindicalismo quienes ‘consciente o inconscientemente’ no siempre defendieron los verdaderos intereses de la clase trabajadora”, aseguraba.

Y además decía que la principal conclusión de esas duras experiencias “es que debemos defender incondicionalmente la unidad de los trabajadores, al igual que nuestras organizaciones gremiales”. Este período de su vida fue uno de los más ricos en los que primó la formación y la construcción política, que incluía o no estructuras partidarias de lo más variadas.

Años después, con la dictadura de 1976, sufriría durísimos e imborrables golpes, persecución, cárcel, exilio, el asesinato y la desaparición de seres queridos, el alejamiento forzado de sus hijos, familiares y amigos. El alejamiento del país que lo vio crecer fue uno de los más crudos y violentos momentos de su vida. Hasta que pudo volver.

Aquel trabajador empírico, autodidacta y librepensador, volvió a la dura realidad argentina de los ochenta, con dificultades de subsistencia para sobrevivir y pocas posibilidades de reinserción política y laboral formal. Y uno de los primeros recuerdos que plasmó de la Argentina en una serie de ensayos a lo largo de su vida que dio a llamar “Cómo influyó en mi consciencia El Villazo, una experiencia en Movimiento”, fueron los saqueos en Rosario y Villa Gobernador Gálvez, donde “la verdadera causa del estado de emergencia, que condenaba al hambre a millones de argentinos, era la grave crisis económica, cuya responsabilidad recaía sobre el gobierno radical de Alfonsín por aplicar una política económica al servicio de los intereses de los grandes monopolios y de la llamada patria financiera”, escribía en 1989. Y agregaba, con increíble lucidez, al calor de los hechos, que al gobierno de Carlos Menem no había que tenerle ni un poquito de confianza.

Aquellos años realizaría trabajos como plomero, pintor y gasista, abriría un kiosco y lo vendería, y finalmente se incorporaría a la Cocina Centralizada de Felipe Moré 960, a fines de 1992, donde trabajaría haciendo la limpieza general, en negro, por muchos años. Reclamando por la situación de muchos otros trabajadores que estaban como él, fue despedido. “Yo estaba afiliado a ATE y a CTA, e integraba la Junta Interna en representación de los trabajadores en negro”. Los trabajadores y trabajadoras de la Cocina instalaron, una carpa de protesta y a los pocos días, otro de los trabajadores de la Cocina, Claudio “Pocho” Lepratti, era acusado de hacer pintadas adentro y despedido.

“Fue así como estuvimos cuatro meses juntos en la carpa hasta que se cerró la Cocina. Después fuimos a montar la carpa frente al Ministerio de Educación. Allí se entablaron negociaciones de inmediato para que no pusiéramos la carpa, a cambio exigimos que la lista de los trabajadores en negro se reubicara en los comedores escolares.

“De este modo se logró incorporar a treinta y cuatro compañeros como interinos entre ellos el Pocho Lepratti, quien fue asignado a una escuela de la zona sur de Rosario, donde lamentablemente un policía criminal lo mató cobardemente con un tiro de Itaka en la garganta, un 19 de diciembre de 2001”.

Todo lo que vivió como experiencia gremial, este trabajador, según aseguran sus propios compañeros, las sentía como las experiencias más ricas de su vida, como cuando se acordaba de un obrero en Acindar, que en medio de la toma de la fábrica fue corriendo a contarle “¡El Jefe de Personal me pidió permiso a mí para ir al baño!”. Esas, según decía, eran las cosas que lo ponían en su lugar, el lugar seguro de que estaba del lado que tenía que estar.

“No soy un marciano, soy un obrero consciente de cuáles son los intereses de mi clase y de cuáles son los intereses de quienes nos explotan como clase y como pueblo, consciente de sus métodos, de sus estrategias para que nos quedemos en la ignorancia, en el individualismo, rogando y suplicando por las migajas de la riqueza que nosotros producimos”.

No pudieron con él ni el exilio, ni la cárcel, ni la vuelta, ni la pelea por la sobrevivencia, ni el cáncer que finalmente se lo llevó físicamente. Porque Porcu vive en sus compañeros y compañeras de ATE que llevan a este Gringo en la bandera de su sector, reivindicándolo como parte de lo mejor de su historia.

Equipo de Comunicación ATE Rosario